Por: Yair Hernández
Con la pandemia llegó el silencio para Leticia Servín; esos primeros meses de cubrebocas en 2020 apagaron la voz y el ánimo de la cantante nacida en la Ciudad de México el 30 de diciembre de 1972, pues además de la cancelación de su gira al lado de la cantautora Fernanda Martínez, avivó el sufrimiento de estar separada de Dante, su hijo, y tuvo un percance automovilístico que mallugó todo su físico.
Totalmente en la oscuridad, así recuerda la cantautora esos días amargos. Pero bien lo dijo el poeta inglés Thomas Fuller: “Siempre es más oscuro antes de que amanezca”, y de tan lóbrego panorama para la creativa, pronto sucedió el deslumbramiento.
Un lazo que no se puede romper
El sábado 14 de noviembre de 2020, Servín rindió homenaje a su adorada Sor Juana en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. El recinto la acogió con cariño y ella le correspondió, lo usual cuando se presenta en cualquier foro, pero ese día hubo un gran detalle: la canción que durante tres años cantó con el corazón roto, Colibrí, la entonó desde el júbilo. Por primera vez desde el júbilo.
“Estaba muy nerviosa y no pude ni dormir. Me hablaron el día del nacimiento de Sor Juana, 12 de noviembre, para decirme que ya habían localizado a mi hijo, que estaba vivo, en buenas condiciones y en unos días me lo iban a entregar porque lo habían encontrado en otro estado. El 14 tenía el Teatro de la Ciudad, me contrataron para hacer un festejo sobre Sor Juana, entonces recuerdo que esos días no dormí, sentía que se me salía el corazón”.
Pero su órgano vital no la abandonó, al contrario: el 15 de noviembre a las 15:33 horas, a través de Twitter, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México compartió un mensaje: “Agentes de la FGJCDMX recuperaron a una persona menor de edad en el estado de Colima, quien habría sido víctima del delito de retención de menor y cumplimentaron una orden de aprehensión contra un hombre”. La institución adjuntó un par de fotos de la cantante junto a su pequeño, su corazón.
“Volví a la vida, se acabó la oscuridad”, afirma Servín sobre su reencuentro con Dante, quien fue retenido durante varios años de forma ilegal por su padre. Además, señala que iba preparada para todo porque “era posible que me hubiera olvidado, pero en cuanto lo vi, en cuanto me vio, supe que era mi hijo y él supo que era su madre, es un lazo que no se puede romper”.
Así, después de una temporada en el infierno, Leticia ascendió al edén: “El amor que le tengo (a mi hijo) es verdadero, todo lo que había vivido antes hasta me parece fantasía. Mi niño está conmigo, yendo a la escuela, tratando de recuperar esos años que le robaron, y yo estoy buscando darle vuelta a la página”.
“Mi hijo y yo no nos hemos enfermado de covid y creo que es por estamos felices de estar juntos, aquí estaban sus cosas, sus libros, su ropa, su madre. Estamos cantando nuestra invencible unión, cantando Colibrí”, agrega.
Los que cantan ponen el alma de viva voz
En 2021, con la pandemia aminorando y Dante a su lado, Servín, de nuevos bríos, empezó a frecuentar más escenarios, aunque al principio no podía evitar pensar en la catástrofe mundial que cambió el panorama musical y cobró la vida de amigos cercanos como Óscar Chávez y Roberto González. “La primera vez que me subí a cantar tras la pandemia, lloré, me desbordé”, recuerda.
Durante esas primeras presentaciones post cuarentena, para sobreponerse a la tristeza y al temor todavía presente en el ambiente, la creativa dio voz a Oremos, un himno de David Haro: “Hoy cantemos que está de fiesta el que canta / los que cantan ponen el alma de viva voz / ponen todo en manos de su garganta / y se curan con su resina de ruiseñor”.
“Para mí la música es un mensaje, las canciones son una de las formas de mensaje que más atesoro, y escogí esa canción que no podía cantar plenamente en pandemia. No voy a terapia porque canto, me desahogo, hay una labor extra, una labor medicinal. Creo que hasta el cuarto concierto que di presencial, lloraba, me retumbaba la música”, explica.
El desempolvar su guitarra y preparar las cuerdas vocales para volver a compartir su arte de forma presencial la hicieron caer en cuenta que no hay nada que disfrute más que estar con “el pueblo, me gusta cantarle a la gente, son mi brújula”.
Libros como un refugio
La aventura musical de Leticia comenzó en su infancia, luego de que su familia dejó la capital del país para asentarse en Michoacán: en la primaria siempre iba alguien a su salón para pedirle a su maestra que la dejara ir a cantarles. Así entendió que su voz iba a ser la mejor aliada para hacerle frente al mundo.
“Mi primer sueldo se lo gané al panadero del rancho: me pidió una canción y yo le pedí tres panes y dos refrescos. A los diez años ya cobraba un peso”, rememora.
Actualmente, Servín sigue cantando con esa chispa infantil, pero con mayor cantidad de ideas y palabras: “He sido alguien que se ha acercado mucho a los escritores y ese lugar me hace sentir cómoda, digo: ‘Aquí yo sirvo de algo’, me transportan tanto que pienso que puedo acercarme y así he podido hacer algunas canciones yo sola, después de estar tanto con ellos”.
Stieg Larsson, Murakami, Michael Ende y Jodorowsky son escritores que nutren la sapiencia de la cantante, y sobre ellos siempre reluce Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana Sor Juana, a quien le hizo un disco, La fiera borrasca (2017).
“¡Le quiero hacer 4 discos más! Ahorita estoy trabajando en un libro nuevo que rescata sus poemas cuando era infanta, unas cosas que se llaman Champurrados, la unión del náhuatl, español y latín”, revela.
“Siempre estoy buscando los libros como un refugio, así llegué a Sor Juana”, agrega.
La voz del colibrí que no sucumbe
“Es muy importante saber que el sufrimiento puede ser una opción”, dice la cantautora. “Una cosa es el dolor, que no puedes evitarlo y con eso aprender incluso a vivir, pero el sufrimiento desgasta y hay que cuidarse de él”, añade.
Complementa lo anterior con una frase del poema Yo no puedo tenerte ni dejarte, de Sor Juana: “Es morir el estar siempre riñendo”.
En la actualidad, alejada del sufrimiento, Servín prima el gozo y la creatividad, y confiesa que el canto de los pájaros al amanecer le infunde energía para avanzar en sus proyectos: ”Aquí estoy con ese sueño cumplido, soy un músico que se dedica a lo que le gusta, y aunque me cueste todavía trabajo porque nuestra sociedad tiene mucho que aprender y superar, estoy orgullosa”.
También procura compartir los aprendizajes que le quedaron de esos momentos de oscuridad con otras mujeres, para que puedan encontrar la luz: “Es importante no dejarse vencer. Estamos las mujeres en un momento de resistencia muy fuerte y debemos hacernos fuertes juntas. Yo estoy trabajando todavía con mamás, casos que perdieron a sus hijos, todavía estoy en el tema”.
"No podemos permitir que pisen nuestros derechos, somos libres de ejercer nuestra voluntad de oficio, de maternidad. No es posible que me hayan quitado a mi hijo por ser músico, ya no lo voy a permitir”, concluye la voz del colibrí que no sucumbe.
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