martes, 15 de septiembre de 2015

Gente de Zona y el “arroz con habichuela”

 
 
Por: Luis Cino Álvarez
 
Soy de los que no aciertan a explicarse a qué rayos se debe el éxito de Gente de Zona. Los reguetoneros de Alamar hace años que realizan giras por Estados Unidos y Europa, y hasta han grabado y hecho videoclips con estrellas de la música pop como Enrique Iglesias y Marc Anthony –“Bailando” y “La gozadera”, respectivamente– con los cuales han llegado al número uno de las listas de popularidad.
 
 
Dicen que lo cubano está de moda, que nuestra sandunga es única, pero por acá hay artistas mejores. Y música de verdad: que el reguetón apenas lo es, por mucho que lo fusionen con otros géneros.
 
 
Los comisarios culturales –a los que el reguetón parece disgustarles tanto como a mí, solo que a ellos les da por prohibir y castigar mientras que yo me limito a no escucharlo y punto– no se sienten cómodos con el éxito de Gente de Zona y su relación –su “guara”, como se dice por acá– con los famosos que hacen videos con ellos en locaciones que se parecen a las de Cuba pero no lo son.
 
 
A los comisarios les molesta no solo los dólares que dejan de ganar con los famosos que no vienen a Cuba, sino también la imagen que se da al mundo de los cubanos, con tanto remeneo, dedicados de lleno a la gozadera, como una tribu danzante, olvidados de las consignas, sin que haya a la vista una camiseta del Che o una foto del Comandante.
 
 
¿Qué es eso del arroz con habichuela que Miami confirmó? Los comisarios preferirían que los videoclips, hechos en La Habana, con fondo de calderos tiznados de caldosa cederista y pancartas que hablen del socialismo próspero y sustentable, fueran de Silvio Rodríguez con Manu Chao, cantando Fusil contra fusil en tiempo de rumba flamenca, de Vicente Feliú y Tony Ávila dando brinquitos con Calle 13 en contra del capitalismo, de los solidarios Danny Rivera y Danny Glover –que aunque no canta, tira sus pasillitos–, secundados por Arnaldo y su Talismán, que compone y canta lo que le ordenen. Y si de todos modos tiene que haber reguetón, que a algún cantante lírico-épico norcoreano que haya sido traído por Díaz Canel de Pyongyang se le sume el Baby Lores, siempre que se vea en el video el rostro de Fidel Castro que se tatuó en el brazo.
 
 
Pero el mercado de la música pop es como es y no como quisieran los comisarios. Por suerte. De los males, el menor.
 
 
Sobre los videoclips de Gente de Zona con famosos del pop, recientemente escribía el crítico y periodista del gubernamental Juventud Rebelde, Joel del Río: “Hay similitudes suficientes como para permitirnos hablar de un paradigma reiterado, tal vez tedioso; sin excepción recrean exactamente la misma imagen de una Cuba ideal, de postalita, colmada de mulatas y mulatos bellísimos, constantes bailoteos en la calle, gozadera sin fin, hedonismo interminable, sensualidad sin límites”.
 
 
Coincido plenamente con Joel del Río en que en esa representación “nos toca el papel de bullanguera comparsa”. Da pena que piensen que todos los cubanos somos eso y nada más. Pero si uno trata de buscar el lado bueno –siempre lo hay–, abochorna menos que cuando nos representaban como una manada sumisa que desfilaba por la Plaza de la Revolución y gritaba “pa’ lo que sea, Fidel, pa’ lo que sea”.
 
 
Mientras no seamos libres, siempre seremos vistos como una comparsa. Y como tal nos aprovecharán. Nos lo merecemos.
 
 
Y que no se quejen más del reguetón los comisarios, que tanto daño han hecho a la música cubana con sus políticas aberradas. Ellos prefirieron el reguetón antes que el hip-hop. Crearon la Agencia Cubana del Rap para controlar y tener a raya a los raperos contestatarios. Y entonces, muchos se convirtieron en reguetoneros.
Hace unos años, cuando aún no eran tan famosos y no hacían videoclips con estrellas del pop, Gente de Zona, en una de sus canciones –de algún modo hay que llamarlas–, proclamó “¡soy un animal!” Y como tal actúa su público.
 
 
En la sociedad cubana se impusieron la vulgaridad, el mal gusto, la chabacanería y la marginalidad. No es que el reguetón refuerce estándares incongruentes con los valores de la sociedad. La realidad se parece al reguetón y viceversa. En Cuba se vive la apoteosis de la chusmería. El reguetón está en su justo tiempo y lugar. ¿A qué otra cosa aspiraban los comisarios?

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