Por: Juan José Flores Nava
Nombrar es existir. La pequeña "René" lo ha descubierto de una forma poco grata en su primer día de clases. Debe decir su nombre frente al grupo, pero la palabra se atora en su garganta. Cuando finalmente brota, sus compañeros se ríen y un niño juega con el sonido de su nombre: “Ree-neec, Raa-naac / Ree-neec, Raa-naac”.
¿Por qué las cosas deben tener un nombre?, se pregunta entonces "René", protagonista del libro René Renombra, escrito por Laura García e ilustrado por Yamila Garibay, quienes, a partir de una idea original de Adela Najmias y Margie Amkie, dieron forma a esta obra publicado por la Fundación En Cuentos Te Encuentro A.C.
La respuesta a su duda, "René" la encontrará en la atención y la ternura de su madre, quien le explica que su nombre significa “la que vuelve a nacer”, pues "René" lleva consigo las sonrisas y recuerdos de su abuela. “Mi nombre es un regalo”, piensa enseguida la niña. “Mi nombre es un recuerdo”. “Mi nombre es la alegría que nace y renace al pronunciarlo”, reflexiona y se apropia de él, lo reconoce, hasta hacerlo suyo para siempre.
Porque como escriben Najmias y Amkie al final del volumen, en un mensaje dirigido a educadores, maestros y padres: “El nombre es el primer texto que el niño quiere reconocer, leer, escribir; representa un atributo que sólo puede representarse gráficamente a través de la escritura, es una parte esencial de la identidad del niño y contiene una carga afectiva”.
Es decir, explican Najmias y Amkie en entrevista con Notimex, ambas fundadoras de En Cuentos Te Encuentro: “Este libro propone, además de contar una historia ilustrada, que haya una conversación entre los padres y sus hijos acerca del nombre. A la mitad de la historia proponemos una pausa para responder a las siguientes preguntas: ¿Cuál es tu nombre? ¿Qué significa? ¿Por qué te pusieron así? ¿Cómo te gusta que te digan?”.
La intención de René Renombra, afirman, es que esta conversación se dé también en la escuela, entre los maestros y los alumnos, para que todos sepan el significado del nombre que cada uno tiene: “A través de esa comunicación —sostienen— se abren canales de confianza increíbles. ¡Sólo por preguntarle a un niño cómo se llama! Eso lo vincula con la gente que quiere”.
Recomendaciones
René Renombra es el primero de una serie de libros que Adela Najmias y Margie Amkie tienen proyectado elaborar desde la fundación que dirigen. En este caso, la presencia de la mamá en la historia era imprescindible, pues, para ellas, en un libro para niños siempre debe aparecer un adulto que se haga responsable de las emociones de los niños los pequeños:
“Todavía no tienen la capacidad de tomar esas decisiones importantes. Deben ser guiados por sus padres”, subrayan. Para hacer comprender esto, es que al final, una vez concluída la historia, aparecen un par de hojas con recomendaciones de la fundación hacia el lector, los educadores, maestros y padres de los niños.
“Cuidar tu nombre —escriben en una de estas recomendaciones dirigidas a los niños— significa también aceptar aquellas otras formas en que pueden llamarte (con apodos, palabras inventadas o el diminutivo de tu nombre), sólo si estás de acuerdo y te sientes a gusto con eso. Si la forma en que te nombran te parece ofensiva, te hace sentir incómodo o no te gusta, es importante que lo hagas notar y comprendas el valor de hacerlo”.
Desde 2014, Najmias y Amkie han llevado a más de 350 salones de clase de escuelas públicas y privadas; distintas actividades y talleres que buscan identificar y prevenir problemas emocionales en los pequeños. En este trayecto fue que descubrieron que la literatura para niños es un vehículo extraordinario para desarrollar técnicas que les permitan a los maestros, y a los padres de los alumnos, un manejo adecuado de emociones como el enojo, la frustración o la tristeza.
Najmias, maestra en psicopedagogía, y Amkie, comunicóloga y maestra en ciencias de la familia, explican que en el libro aparece mucho de lo que le dicen a los maestros: “Si quieren trabajar con la emoción, es importante que busquen el tiempo para hacerlo. Es un camino difícil, claro, pues es más fácil castigar al alumno o sentarlo y callarlo, pero, ¿cuáles son las consecuencias de eso? Lastimar la autoestima de los niños”.
Lo que buscan es, entonces, advertir que, en efecto, conocer las emociones del niño es un camino más difícil; pero, al mismo tiempo, hacer notar que ese camino tendrá consecuencias positivas increíbles en el desarrollo del pequeño para el resto de su vida:
“Así que les pedimos que se aproveche ese momento de actividad con el libro para que los niños puedan expresarse, que estén listos y preparados para hacerlo”.
NTX/JJF/MBS
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