- La forma en que relató los abusos que sufrió de niño y cómo la música le mostró un mundo que valía la pena vivir convirtieron al pianista James Rhodes en un gurú de la divulgación cultural. Con un nuevo título que abunda en esa línea, cuenta cómo España ha tenido un efecto balsámico similar.
Después de Londres, España es para mí como Disneylandia, tiene una calidez muy rara. Estoy honrado de compartirla y siento que tengo una nueva familia aquí”, dijo el artista británico ayer, tras anunciar que estudia solicitar la nacionalidad española, sobre todo tras el Brexit.
Provisto de gafas de gruesa montura negra, tenis de colores y el pelo cano despeinado, Rhodes (1975) reconoció que “sería maravilloso” tener el pasaporte del país en el que reside desde hace ya dos años. “Pedro Sánchez, ¡no me mandes de vuelta, por favor!”, pidió, haciendo uso del mismo tono cómico y cercano con el que aborda su tercer libro.
El autor de Instrumental, al que siguió un manual sobre cómo aprender a tocar el piano de manera fácil, insiste en Playlist (Planeta) en su idea de restituir la música clásica a un lugar central en nuestras vidas a través de siete compositores fundamentales, humanizados en sus virtudes y defectos.
El pianista combina el texto con las ilustraciones de Martin O’Neill, y reúne en un playlist de Spotify sus canciones preferidas, con el fin de “crear una experiencia que permita a los jóvenes saber que la música clásica no es aburrida sino accesible”.
Su punto de partida, contó, es que es falsa la idea de que para disfrutar de la música clásica “necesitas ser muy rico y educado, porque es alta cultura”, protestó.
Desde esa óptica escribió un libro que es “celebración de la música”, con el lenguaje “ligero” de los adolescentes, pero concebido “para todo el mundo”, como “un trampolín a un mundo nuevo” que a él le salvó la vida.
Entendí que éste no era un mundo tan horrible si contenía esta parte hermosa, y no sólo me pasó a mí, también a muchos otros niños que sufren bullying o maltrato familiar”, dijo, antes de denunciar que “la educación musical está en crisis”, porque “los niños no votan” y a los políticos les da igual.
Desde Bach, Rhodes repasa los autores más problemáticos de la historia y recuerda cómo abusaban del alcohol, se metían en peleas, tenían groupies y contraían sífilis. “En lugar de lanzar televisores por las ventanas de los hoteles, se lanzaban ellos. Eran como auténticas estrellas de rock”, opinó ante un libro al que dio el subtítulo de Rebeldes y revolucionarios de la música.
Así cuenta el lío que montó Mozart cuando compuso Las noches de Fígaro (amenazó con prenderle fuego a la partitura) y cómo su genio le permitía escribir notas sin tachones, con un nivel de producción tal que es como si “Serrat o Calamaro hubiesen escrito seis discos al año”.
También describe lo que la música significaba para ellos, en algunos casos una forma de sobreponerse a la pérdida continua en la que se habían convertido sus vidas, en otros un método de empoderarse frente a la marginalidad, especialmente Beethoven, su favorito.
Hay pocos momentos en la historia en los que puedas decir que hubo un antes y un después, ya fuese la penicilina o la electricidad. También con la Sinfonía Heroica. Adiós a la música clásica, hola a la romántica, como un golpe en la cara”, destacó.
Es el carácter rupturista que aprecia en autores contemporáneos, como el Bohemian Rhapsody de Queen. “Existe una línea desde Bach hasta Rosalía y, si pudiésemos enseñárselo a los niños, sería increíble. Sobre todo es triste que haya muchos chicos que nunca han escuchado una orquesta”, lamentó.
Éste es el libro que me habría gustado leer de niño, pero no existían, y estoy muy orgulloso de él, del que más”, afirmó. Lo más duro, la decisión de qué autores dejar fuera. “Cómo elegir a qué hijo quieres más”, explicó, y barajó la opción de escribir un segundo volumen que incluya a Brahms, Tchaikovski, Lizst... “!y Schubert!”, remató.
Fuente: EFE
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