domingo, 18 de octubre de 2020

En México, continúa la discriminación a las lenguas originarias, dice Juan Villoro



Por: Ana Laura Tagle Cruz

La poesía contemporánea en lenguas vernáculas se ejerce en un dominio amenazado, donde escribir significa custodiar. En 2021 se cumplirán 500 años de la caída de Tenochtitlan, no obstante, la inclusión sigue siendo un desafío pendiente en la desigual sociedad mexicana, señaló el escritor y Premio Crónica Juan Villoro en la conferencia Literatura y Arqueología enmarcada en la Cátedra Eduardo Matos Moctezuma de Harvard.

“A pesar de aportaciones como la de Carlos Montemayor, México continúa discriminando a las lenguas originarias, varias de ellas en peligro de extinción. Un ejemplo dramático es Gabriel Zaid, quien señala que la comunidad paipai del pueblo de Baja California, México, quienes ha elevado notables cantos poéticos al sol, tenía apenas 216 miembros en 2015. 216 miembros que están bajo peligro de extinción”.

Aunque hay autores nahuas conocidos como Natalio Hernández o Mardonio Carballo o zapotecos como Irma Pineda o Natalia Toledo, aún falta mucho para que ese universo ocupe el lugar que merece en nuestra cultura, añadió. “El espejo de obsidiana en el que se vio reflejado Quetzalcóatl aún tiene funciones que cumplir”.

Juan Villoro destacó que el acceso directo a la mentalidad indígena se rompió con la Conquista. “Después de la destrucción de códices y el incendio de los templos, algunos frailes ilustrados convertidos repentinamente en antropólogos procuraron restituir ese legado, pero solo pudieron hacerlo en forma híbrida y fragmentaria, mezclando datos de los informantes con su propia concepción de la realidad”.

Por ello, las antiguas civilizaciones de Mesoamérica se sometieron a hipótesis y conjeturas no siempre verificables, así como a interpretaciones esotéricas, que iban conformando un discurso hermético cuyas claves decisivas se habían perdido. Sin embargo, aseveró, ese pasado nos constituía.

“El México independiente no se puede explicar sin los mitos, las leyendas, las plantas, los animales, los guisos, el uso de los colores, las palabras y las costumbres que provenían de una misteriosa etapa previa. La identidad nacional estaba hecha de esa materia obscura”.  

¿Es posible que alguien se reconozca a sí mismo en lo que ignora?, cuestionó. “En su versión literaria de la Piedra del Sol, Octavio Paz alude a una comunidad todavía futura ‘los otros todos que nosotros somos’, es decir, el reconocimiento de lo propio depende de lo ajeno en la misma medida en que el porvenir se alimenta de otro tiempo. El pasado tiene mucho futuro por delante”.

Sólo al vencer el complejo de ser distintos podremos establecer un diálogo plural con otras culturas y hacer una equidad en la diferencia, añadió. “Sólo cuando aceptamos los contradictorios rasgos que nos caracterizan seremos dignos de nuestra identidad, como expresó Octavio Paz en El laberinto de la soledad y, posteriormente, en Posdata”.

“En su libro Historia de la arqueología del México antiguo, Eduardo Matos Moctezuma —arqueólogo y Premio Crónica— señala la importancia de la Revolución Mexicana para comprender de otro modo el acervo cultural”.

Después de la lucha armada de 1910 a 1920, añadió, se hicieron importantes obras de recuperación arqueológica bajo la guía de Manuel Gamio. Se continuaron trabajos en sitios como Teotihuacán y se hicieron excavaciones en Copilco y Cuicuilco, “haciendo de la Ciudad de México el escenario del descubrimiento”.

“Las calles que escritor inglés D. H. Lawrence y José Juan Tablada transitaban se extendían sobre un escenario subterráneo que comenzaba a emerger.  Hechas de piedra, inscritas en un tiempo mineral, las esfinges no tenían prisa por comunicar sus mensajes. Poco a poco esos mensajes iban a llegar a nosotros”.

En 1978 los restos del Templo Mayor de los aztecas volvió a la superficie en un lugar emblemático de la Ciudad de México, en su centro. “Eduardo Matos Moctezuma condujo esos trabajos y sigue a la cabeza del Programa de Arqueología Urbana”.

Una linterna ilumina el pasado cuando los arqueólogos hacen un descubrimiento. “Esa luz ha sido decisiva en la reconstrucción del mosaico cultural del que dependemos, a menudo sin saberlo y mientras los arqueólogos del siglo XX recuperaban el lenguaje perdido de las piedras, la literatura imaginó vínculos con una cultura que había estado condenado a perderse en la neblina de tiempo”.

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