miércoles, 14 de octubre de 2020

Incomodar, poner el cuerpo, tomar la voz desde los feminismos



Por: Ricardo Quiroga

Es posible contraponerse a la figura hegemónica eurocentrista blanca, pero es necesario incorporar la pluralidad de voces de mujeres con distintos procesos de vida y geográficos, sobre todo aquellas que han sido silenciadas por aquellas voces privilegiadas como las respaldadas por lo económico, las que provienen desde los espacios de poder y las patriarcales. Para ello es menester repensar la voz como una polifonía.

Este fue el acuerdo mutuo con el que partió el conversatorio “Construir una voz con historias”, del que tomaron parte la escritora y editora Isabel Zapata, la artista Mónica Mayer y la curadora Abril Zales, con la moderación de la historiadora Rocío Corona y organizado por la Fundación FEMSA en el contexto de la edición 48 del Festival Internacional Cervantino, que arranca de manera oficial este miércoles 14 de octubre con los ejes “Inclusión y diversidad”.

El encuentro se dio, como anticipó la convocatoria, so pretexto de identificar los obstáculos que han enfrentado las creadoras de distintas generaciones y la importancia de reconocer la fuerza colectiva de las voces feministas en la historia como una manera de romper los relatos hegemónicos.

Los movimientos feministas globales han sido registrados en la historia, sobre todo, por la hegemonía de raza y nación. Estos feminismos no han quedado registrados en la memoria colectiva porque, a decir de Mónica Mayer, “quienes hacen historia nada más se basan en unas fuentes que son las más fáciles por cuestiones económicas y nos borran doblemente. Las historias que sí han estado ahí del feminismo desde un principio, de alguna manera acaban borradas porque, aunque estaban ahí, se han ido diluyendo”.

Mayer razonó que es indispensable que las mujeres comiencen a reconocerse como sujetas de la Historia y cuestionarse sobre la responsabilidad de narrarla, puesto que, dijo, tanto hay procesos de invisibilización como de autoinvisibilización.

“Creo que el feminismo para mí ha sido precisamente ese aprender a escuchar a las otras y a tener una voz (…) La voz nadie nos la va a dar, la voz la tenemos que tomar, ni tampoco creo que le vamos a dar la voz a nadie. Todas tenemos que tomar la voz, tenemos que no impedir y que escuchar, pero es responsabilidad de cada una de nosotras tomar la voz y hacerla valer”, añadió Mayer, quien es creadora de Archiva, un proyecto de documentación del arte feminista en el país.

Poner el cuerpo para el diálogo

Para la curadora Abril Zales, la corporalidad, “la cuerpa”, es parte del diálogo que hay que poner mediante. Relató cómo a través de La Cresta, un proyecto que busca desbordar los conceptos disciplinares de las artes y donde se involucra a la corporalidad, ella y los artistas participantes han buscado establecer un diálogo sin hegemonía.

“Con toda esta mezcla de los diálogos que he tenido desde lo íntimo, desde lo personal, me coloco en un lugar en el que encuentro nutritivo estar dialogando con mi cuerpo, conocer los síntomas de lo que me sucede, saber dialogar y no estarme invisibilizándome yo sola. Con ese valor es que me interesa que se hable del cuerpo”, mencionó la curadora y performer regiomontana.

Para la escritora y editora Isabel Zapata, desde el ámbito editorial, la escritura y la lectura son procesos de conversación, pese a dualidad entre lo comunitaria que puede ser la literatura y lo solitario que puede ser el proceso de escritura.

“Una de las cosas que he hecho dentro de mi labor profesional son algunos talleres de escritura y maternidad en los que algunas mujeres y yo nos hemos reunido a hablar justamente de la transformación corporal y la manera en la que la maternidad trastoca el cuerpo de formas que nunca me hubiera imaginado posibles (…) en algunos de los ejercicios les proponía a las compañeras escribir la historia de su parto. Me sorprendía que la mayoría de ellas nunca había platicado con nadie. Es una experiencia tan fuerte, radical y transformadora que, a pesar de eso no logramos cruzar el diálogo, no intercambiamos las experiencias. Sería enriquecedor y quizás liberador”, refirió la cofundadora de Ediciones Antílope.

¿El lenguaje inclusivo es necesario?

Para Abril Zales, tanto el lenguaje como el cuerpo son herramientas y hay que usarlas en favor de la causa. No se trata de si la RAE acepta o no hablar de ellos, elles o ellas, sino de ejercerlo desde un lugar que resuene con el trabajo y la causa individual. “Llega un momento en el que deja de ser solamente una herramienta y se vuelve una trinchera. Es un espacio para generar y resonar. Desde ahí vale la pena ejercerlo”, opinó.

En el caso de Zapata, a diferencia del pensamiento del canon, el lenguaje es un motor de cambio, puesto que a través de los cambios en el lenguaje se transforman las cosas. Las palabras están vivas, opinó, y en ello radica su belleza y su potencial de transformación. “Entender el lenguaje como algo vivo y con ese potencial es muy necesario, va de la mano con el tema del lenguaje inclusivo. Yo creo que está bien el hecho de que incomode. Habría que observar esa incomodidad y no huir de ella”, explicó.

Mónica Mayer añadió que la parte de la incomodidad ha sido de su predilección: “Siempre me asumo y me presento como artista feminista, especialmente antes, porque era como echarle limoncito a una almeja”, bromeó.

“He llegado a la conclusión de que los libros de texto gratuito y todas esas cosas monumentales que nos hacen que sigamos por un mismo camino deberían servir para que desde ahí cuestionemos todo: cómo está escrito lo que nos dicen”, agregó.

La polifonía transgeneracional de esta conversación se convirtió en una voz colectiva de diferencias y de adyacencias.

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