martes, 10 de enero de 2023

Jean Meyer: La Cristiada, 50 años después



Por: Virginia Bautista

Tema tabú hace 50 años, la Guerra Cristera, que entre 1926 y 1929, y en menor escala entre 1934 y 1938, enfrentó a miles de campesinos católicos con el gobierno mexicano, es actualmente un episodio tan conocido que ha llegado al cine y es tópico recurrente de los guías de turistas de entidades como Guanajuato y Jalisco.

La composición social de quienes pelearon en esta batalla y la hostilidad entre el nuevo Estado mexicano, emanado de la Revolución, y el Vaticano hicieron que ese cruento episodio se estudiara poco, casi a hurtadillas, hasta que el historiador y geógrafo francés Jean Meyer (1942) lo investigó a profundidad durante siete años y en 1973 publicó La Cristiada, en tres volúmenes.

"Llegué en un momento en que aún vivían los últimos cristeros, los que eran más jóvenes. Diez o 15 años después no hubiera podido hacer este trabajo”, reconoce Meyer en entrevista con Excélsior.

Con un nuevo texto introductorio, “A la distancia, La Cristiada”, escrito por el autor, el sello Siglo XXI Ediciones acaba de lanzar la edición conmemorativa de los tres tomos de este título, a medio siglo de su publicación.

"Hoy el panorama es muy distinto. Antes nadie hablaba de este movimiento. No sólo estaban cerrados los archivos del gobierno y la Iglesia mexicanos, sino también los de El Vaticano. Por eso busqué a los cristeros sobrevivientes para que me contaran su testimonio”, comenta el especialista naturalizado mexicano en 1979.

Agrega que ahora ya existen hasta películas sobre este movimiento, como Los últimos cristeros, dirigida por su hijo Matías Meyer, quien filmó con campesinos descendientes de esos luchadores.

Detalla que se han hecho varias investigaciones sobre la participación de las mujeres en este suceso histórico y hasta la música que se escuchaba, cómo fue captado en imágenes este movimiento o los cristeros en la literatura.

"Pero no sé cuál ha sido el impacto del trabajo de los historiadores. La Iglesia ya ha hablado más. Los gobiernos de Guanajuato y Jalisco, por ejemplo, lo han usado como tema turístico: la Ruta de los Cristeros, la Ruta de los Mártires. Pero creo que aún falta que se enseñe más en las escuelas, donde se aborda poco”, añade.

Quien realizó una maestría en la Universidad de la Sorbona, y un doctorado en la Universidad de París, Nanterre, aclara que lo más importante de esta edición conmemorativa es que le permitió rectificar un error que cometió debido a la falta de información.

Yo decía que el general Enrique Gorostieta era un anticlerical, un masón, como todos los norteños, cosa que no era cierto. Me encontré a una bisnieta suya que me enseñó las cartas que escribió su bisabuelo, desde que era joven hasta su muerte, a sus padres y su esposa; y ahí se ve que era católico por los cuatro costados.

"Me chupé una versión oficial de quien había sido su secretario, un joven estudiante topógrafo de la Universidad de Guadalajara, que después se hizo jesuita. Y, como tal, cuando escribió su autobiografía presenta a Gorostieta como un San Pablo, que primero perseguía a los cristianos y luego se transforma. Esa era la versión que todos repetían”, explica.

El autor de El profeta del Nuevo Mundo. Louis Riel e Historia religiosa de Rusia y sus imperios recuerda que al principio de su investigación le resultó muy complicado que todos los archivos estuvieran cerrados. “Incluso iba a renunciar. Pero encontré a mi primer cristero y decidí recoger testimonios.

"En ese momento no existía la historia oral como práctica reconocida. Y yo me inspiré en el trabajo de los periodistas. Muchas veces no podía grabar porque no había luz o la gente se sentía intimidada. Fue un ejercicio de memoria. Algo nuevo y emocionante”, evoca.

Meyer destaca que este año terminará la investigación sobre la religión en Rusia, cuyo primer volumen ofrece una radiografía de mil años de la espiritualidad en estos territorios.

"Ahora abordaré las últimas tres décadas, que culminan con la guerra contra Ucrania y la separación definitiva de la ortodoxia ucraniana del patriarcado de Moscú. Necesitaré un año, porque quiero ir a Roma y a Kiev, si la guerra lo permite”, concluye.

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