domingo, 25 de abril de 2021

Luis Armenta Malpica: un tesoro perverso lleno de ironía

 

Luis Armenta Malpica y Alejandro Silva. Foto Miguel Asa

Por: Miguel Asa

No se puede despertar por la mañana simplemente, preparar el café, hacer algo de ejercicio y vibrar la sensualidad desde nuestra cotidianidad. Quién sabe cómo se peina aquel hombre, o cómo se perfuma aquel otro, o cómo es posible lucir bello como el que viene por la banqueta de enfrente, o cómo escribir un poema mientras se pierde en el sueño. Y así pasa con Luis Armenta Malpica mientras me manda una selección predilecta de stickers en el mensajero, un fetichismo contemporáneo que nos hace reír y diversifica los discursos, y no sólo eso, los poemas. 

Así se anda Luis, entre la palabra, el objeto nuevo de la diversión y la plenaria de cambios sociales. Hay en su trabajo una particularidad en especial: hay un canto entre la desolación, el sentimiento y la perversión (algo también tiene) y se divierte. Va iracundo, entre pasos de montaña y lágrimas de niño. Así pasa con Luis, poeta, editor, traductor y a quien conocí en mi travesía con versos por Guadalajara, Jalisco, entre la magia de los amigos y uno que otro canto perdido. Luis es secreto, Luis es un tequila y una cerveza, Luis es colores, Luis se viste y se desviste tan sencillo en las páginas. Así baila y decora las palabras desde su baile.

Luis nació en el extinto Distrito Federal, pero hoy es más jalisquillo que nada. Le hace al loco, me dice, y sigue en la exploración literaria, juega. Se es niño y viejo a la vez. Juega con una pelota pero responde con el acento del ajedrez. Así pasa en algunas mañanas de charlar. Entre otras sombras, nos distanciamos y nos perdemos. Así el calcetín, la jaula o la dinámica de ser. En su obra manifiesta un pasito por allá y otro por acá. Sus versos los aglomera con Selena y un poco de mezcal. Qué decir de atender a la alineación del cuerpo. Sabe. Sabemos que estamos en cambio.

La mirada desde la poesía. Foto: Miguel Asa

Que la poesía gira y es una tómbola, que está en constante evolución y diversificación, que los campos están en otras exploraciones, que ya no es la misma inquietud, que ha cambiado el clima, que ya es de noche, que ya escribe, que ya pasa por acá, que abre el libro, que saca la foto y denuncia al poema. Restríngelo. Una mordida, el poema. Ya va. Está en las manos. Y todo, pareciera que una flor nace desde el sexo de un hombre y surgen los cantos de las mantis, animal que le erotiza, le estimula y gesta. Nada y muere todo el tiempo. Su trabajo, va como canto en el espejismo de esta vida. Sabe modular el equilibrio. Es un sueño, elefante y desgracia. Se congela por la frescura del temblor y va así, despacito entre los alacranes y los bisontes. Sabe volar a solas, dice que el perfume es un terremoto lleno de selva. Le apetece el sabor y vuela. 

Es un caballo negro. Solidario y sin temor a las perspectivas y jugamos: “Si lo sabe el poema, que lo sepa el mundillo literario”, “Un verso y un reverso, como la vida.”, “Pase por su verso: no muerde. “Poeta sin marca ni versito que le ladre”, “Se renta todo o en estrofas.”, “Dos versos más y me enamoro.”, “El poema te desviste por sí mismo.”. Y nos ponemos a jugar con la palabra y la no censura ante la comunidad. Y más allá: “Eres mi versito favorito.” “¿Y si nos bersamos?” “Te mando un bersito tronado” “Dame un berso húmedo.” “Estoy a un berso de quererte? “Berso, luego existo” y más tantos que andan por ahí entre los móviles de las personas. Y la poesía llega de otras maneras y sonríen. Ahí, en esa colectividad, estamos abrazados todos. Y nos divertimos.

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