sábado, 7 de enero de 2023

Ricardo Garibay: rescatar al pugilista de la prosa



Por  Juan Carlos Talavera

Aunque Ricardo Garibay (1923-1999) es uno de los escritores imprescindibles del siglo XX, que colaboró en las páginas de Excélsior a mediados 60, aún no recibe el reconocimiento que merece, afirma la escritora y académica Josefina Estrada, estudiosa de la obra del autor de Beber un cáliz y La casa que arde de noche.

Y aunque el próximo 22 de enero, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) realizará un homenaje al autor hidalguense en el Museo Nacional de Arte (Munal), considera que falta mucho más, por ejemplo, dedicarle un billete de lotería, poner su nombre a calles y bibliotecas de la Ciudad de México y a algún premio nacional para que su legado se mantenga en la memoria colectiva.

Garibay era su peor enemigo”, dice Estrada a Excélsior. “Él no sabía moverse en los círculos literarios ni hacer reverencias y eso lo pagó: no tuvo los premios ni los reconocimientos en vida”, pese a tener una obra amplia y prodigiosa que va del cuento al ensayo, del perfil a la novela y del teatro al guion cinematográfico, como sucedió con El milusos (1971).

Así que se cumplen 100 años y no se le ha dado el lugar ni el reconocimiento que debiera. Tampoco lo tuvo en vida y todas nuestras autoridades culturales debieran recordar lo mucho que le debemos a este escritor que merece un homenaje nacional”, apunta Estrada, quien en 2013 publicó, en la editorial Cal y Arena, una antología con 600 páginas de la mejor prosa de Garibay, con textos clave como Los recuerdos van en tren, Casa de la infancia, Las glorias del Gran Púas, Acapulco, entre muchos más.

Además, recuerda que, en 2001, cuando Vicente Leñero recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en Literatura y Lingüística, expresó que dicho premio debió recibirlo mucho antes Ricardo Garibay, quien a los 17 años fue bautizado como el Chipe.

En 1940, Garibay ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, en San Ildefonso, donde cultivó amigos como Rubén Bonifaz Nuño, Fausto Vega y Henrique González Casanova, con quienes compartió la dedicación al oficio de escritor, y quienes lo bautizaron con el sobrenombre de Xipe Tótec (dios del maíz), por su supuesta semejanza, lo que derivó en el Chipe.

Se sabe que Garibay distribuyó su tiempo entre el billar, la literatura y el gimnasio, donde aprendió a boxear y practicó fisicoculturismo. También fue sparring del boxeador Trini Ruiz, modelo en la Academia de San Carlos y, como pasante de Derecho, trabajó como inspector de la Dirección de Precios del DDF, donde conoció de cerca la corrupción institucional.

Además, Estrada acepta que, en sus clases de Periodismo en la UNAM siempre incluyó la lectura de este autor, “los alumnos me preguntaban por qué estaban a punto de terminar la carrera y ningún maestro lo había mencionado, lo cual es lamentable”.

Pese a todo, la académica destaca que Penguin Random House reedite la obra del autor hidalguense, que hasta el momento incluye tres tomos con dos libros cada uno: Triste Domingo / Beber un cáliz, Cómo se gana la vida / Fiera infancia y La casa que arde de noche/ Par de Reyes, prologados por el poeta Sandro Cohen y la propia Estrada.

Lo cual se suma a la obra reunida de Garibay en diez tomos, editada por Rogelio Carvajal que pueden hallarse de forma aislada.

¿Cómo recuerda a Garibay en este centenario, que se cumple el 18 de enero? “Me quedo con el Garibay que sabía reír y hacer reír. Era un histrión. Imitaba voces y poseía una agilidad mental inmensa. Además, era un hombre muy apasionado (como se advierte en su prosa).

Recuerdo que él dejó en borrador una novela que le pidió a uno de sus hijos que la quemara y que jamás se publicara. “Su hija María me la dejó leer y ahí nos dice lo qué estaba viviendo: un triángulo amoroso al final de su vida –aunque Garibay tuvo amantes toda su vida–.

Entonces quise hacer un ensayo que recorriera el triángulo (amoroso) en su prosa, a partir de esa novela, pero su hijo me dijo que no, que él pidió que (aquella historia) se quemara. Pero no hay duda: escribir con esa intensidad sólo viene de un hombre que vivió a fondo sus pasiones amorosas, que pulieron su estética”, concluye.

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