lunes, 21 de junio de 2021

Viajar en un tren sin destino; dan vida a historia con personajes excéntricos y paisajes fantásticos


Por: Virginia Bautista

Un tren púrpura concebido como un ser vivo, que se transforma a cada capítulo, que cambia de colores, siente y se sacude, que a cada puerta esconde una sorpresa, que no tiene destino y nunca se detiene.

Ese es el protagonista de la nueva novela juvenil del escritor mexicano Rodrigo Morlesin (1972), ¿A dónde va este tren? (Planeta Junior), ilustrada en blanco y negro por el británico Jonathan Farr (1973); ambos amantes de los trenes y de las odiseas.

"La historia es un viaje dentro de otro viaje. El movimiento y la incertidumbre son la constante. Traté de que el tren fuera la representación de la diversidad cultural del mundo; pero, al mismo tiempo, que la naturaleza tuviera un lugar especial, que fuera poderosa”, afirma el narrador en entrevista.

Los hermanos Liza y Jim descubren al subirse un tren de vagones infinitos lleno de personajes excéntricos y paisajes fantásticos. Durante su aventura, hallan lobos feroces entre la nieve, una aterradora adivina, una selva agresiva y la furia de los truenos; pero también se asombran con nubes de mariposas, un bosque de luciérnagas y una heladería con todos los sabores del mundo.

El autor de Elvis nunca se equivoca, su primera propuesta infantil, confiesa que quería dar vida “a una novela más convencional, con más descripción, más riqueza en los detalles; así llegó a esta trama de aventuras, con trenes, bosques y lobos”.

Señala que exploró otra manera de escribir. “No soy un narrador que planee lo que habrá en cada capítulo o en cuántas partes se dividirá la historia. Más bien dejo que ésta me vaya llevando, porque es la forma como disfruto escribir”.

El también diseñador editorial explica que escogió que el tren fuera púrpura, porque, “en la antigüedad era el color de la realeza; era muy difícil sacarlo de la grana cochinilla, sólo los altos mandos de Europa podían usar prendas de esa tonalidad. Me gustaba la idea de usar el color como un elemento que te dice cosas”.

Agrega que “algo que reconocí desde el principio y quise abrazarlo es el hecho de que mi vida cotidiana se filtraba entre las páginas. Mi trabajo diario en la Unesco no podía faltar dentro de la historia; así que lo apliqué en las cosas que descubrían los niños.

"Por ejemplo, el piso de una biblioteca representa los mosaicos de las mezquitas, la comida en el Gran Salón de Baile proviene de países lejanos. Traté que estuviera presente la diversidad cultural”, añade.

Morlesin piensa que Farr es el ilustrador ideal para ¿A dónde va este tren? “Su papá había trabajado en los trenes y él todo el tiempo viajaba en tren. Así que lo recreó de una manera magistral”.

Cuervos, leones, lobos, rieles, moscas, un frasco con un huracán dentro, siluetas borrosas y fantasmales y mucho humo, son las imágenes de Farr que imprimen una atmósfera especial a esta historia donde, al final, triunfa el amor entre los hermanos.

"Y por más puertas y vagones que cruzan, el destino final del tren es un misterio que, con cada atardecer, se pierde entre la noche”, concluye.

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